Todavía me acuerdo de este día. Era mi disfraz de Carnaval. Me molestaba un poco.
Este artículo lo escribí para La Prensa y es sobre cómo he pasado Navidad y Año Nuevo en Brasil. Espero les guste.
Este video está buenísimo, no se lo pierdan!
El otro día vi un tuit de una de las cuentas que más seguidores tiene en nuestro país en esta red, en el que “un famoso criollo” mencionaba estar viendo un programa en un televisor marca tal. Me recordó un artículo que leí recientemente sobre esta tendencia cada vez más extendida y usual de cobrar por publicitar marcas y productos a través de las redes sociales.
Lo que nos lleva a cuestionarnos la credibilidad de los consejos en las redes sociales. Según los especialistas, los medios de comunicación tradicionales pertenecen a grupos empresariales cuyos intereses comerciales interfieren con su misión informativa restándoles credibilidad. Por el contrario, los blogueros y tuiteros tienen la credibilidad que les da la comunicación persona a persona. Se supone que son gente como usted y yo que cuenta historias sin presiones y sin intereses ocultos, además muchas veces utilizan los productos de los que escriben, por lo tanto se cree que son fiables.
Influencia es la clave. Se trata de la capacidad de ciertas personas de “influir” en la forma de pensar o actuar de otra. Y lo relevante es el número de seguidores que tienes. Los que arrancaron fueron las «celebrities» que encontraron una nueva forma de comunicarse con sus «fans». Antes dependían de los medios tradicionales y de intermediarios, pero ahora pueden hablar directamente con ellos, agradecerles su fidelidad, comentarles sus proyectos o compartir sus productos favoritos.
Con esto, si una famosa actriz menciona en su cuenta de twitter, como quien no quiere la cosa, que ha comprado el último lipstick de una determinada marca, se espera que el efecto sea, que las jóvenes del mundo, que confían en ella sigan su ejemplo y salgan a comprar en masa el objeto en cuestión. Es una captación directa de clientes. Algo al parecer sin consecuencias a no ser que la marca mencionada pague por la recomendación.
Como es un negocio redondo, ya las autoridades se están poniendo las pilas. Este es el caso del futbolista Wayne Rooney a quien la ASA (regula la publicidad en Reino Unido), le cayó después de descubrir que uno de sus tuits era publicidad de uno de sus patrocinadores. También en los Estados Unidos, la FTC (Fair Trade Comissión) se está poniendo dura con estas prácticas. Pero, como no, si Kim Kardashian cobra 10 mil dólares por cada mensaje en el que menciona una marca y sin decir que es publicidad pagada. Le sigue el rapero Snoop Dog que se embolsa 7 mil por tuit. Nada mal.
Pero bueno, estos son los famosos. Los hay no tan famosos a quienes empresas se les acercan porque sus cuentas tienen cierta calidad y varios miles de seguidores para que, a través de plataformas comerciales rentabilicen sus cuentas. Es decir, te ofrecen tres mil dólares mensuales por dejar que la empresa use tu cuenta.
En fin, que parece que en internet todo es un fenómeno inevitable y nada negativo. Estos «influencers» marcan las tendencias, señalan la dirección del cambio y por eso el interés de las marcas en ellos. Para los especialista, que lo consideran un buen negocio, lo importante es mantener cierta ética????
Y yo pregunto, ante una propuesta como esta ¿usted qué haría?
Más vale que no tengas que elegir
entre el olvido y la memoria,
entre la nieve y el sudor.
Será mejor que aprendas a vivir
sobre la línea divisoria
que va del tendio a la pasión.
No dejes que te impidan galopar
ni los ladridos de lo perros
ni la quijada de Caín.
Que no te dé el insomnio por cantar
las gaviotas del desierto,
las amapolas de París.
Te engañas si me quieres confundir
esta canción desesperada
no tiene orgullo ni moral
se trata sólo de poder dormir
sin discutir con la almohada
dónde está el bien, dónde estáel mal.
La guerra que se acerca estallará
mañana lunes por la tarde
y tú en el cine sin saber
quién es el malo mientras la ciudad
se llana de árboles que arden
y el cielo aprende a envejecer.
Y sal de ahí
a defender el pan y la alegría.
Y sal de ahí
para que sepan que
ESTA BOCA ES MIA.
Título: Esta boca es mía
Año: 1994
Letra: Joaquín Sabina
Música: Joaquín Sabina, Pancho Varona
Disco: Esta boca es mia (1994)
Somos seres tecnológicos y todas las tecnologías cambian a medida que las utilizamos. De acuerdo con Marshall McLuhan, “damos forma a nuestras herramientas, y a partir de ese momento ellas nos dan forma a nosotros”.
Gracias a la tecnología, poseemos un control que nunca antes habíamos tenido. Pensemos por ejemplo que antes de la invención de la imprenta, reproducir un libro era una labor que requería cientos de horas de trabajo artesanal especializado. Los sonidos grabados, se reducían a lo que podía registrarse físicamente en una sustancia como el vinil. El cine y la fotografía dependían de sustancias químicas caras y limitadas, rollos delicados e inflamables de película cuidadosamente preparada.
Sin embargo, todo eso ha cambiado radicalmente. En la actualidad se sube a la red cerca de una hora de video por cada minuto de tiempo real que transcurre. Nos hemos acostumbrado a la idea de una sobreabundancia de información. Sin embargo, tras nuestra resignación ante el hecho de que ahí afuera hay mucha más de la que podemos consumir, hay una curva cada vez más pronunciada, pues la suma total de información digital continúa creciendo a un ritmo sin precedentes.
Lo más importante es que cuando personalizamos una computadora o un dispositivos digital, no estamos creando un objeto como cuando escribimos un libro, pintamos un cuadro o trazamos un mapa; estamos poniendo en marcha un sistema para que otros exploren e interactúen con él. Estamos construyendo otros mundos.
Si nos interesa convivir con la tecnología de la manera más provechosa posible, debemos tener claro que lo que más importan no son los dispositivos concretos que utilizamos, sino para qué los utilizamos. Los medios digitales conforman una tecnología de la mente y de la experiencia.
Analicemos la rutina de mis propias experiencias digitales. En un día promedio, envío y recibo varios mensajes de texto, leo y mando entre 10 y 20 mensaje de correo electrónico, escribo varios tuits y paso entre dos y cuatro horas sentada frente a la pantalla de una computadora, leyendo, escribiendo e interactuando en línea.
La pregunta sería ¿a qué dedico ese período de entre dos y seis horas? No estoy segura de la respuesta, pero revela mucho sobre la naturaleza de mi experiencia. Por ejemplo si leo un libro, leo el mismo que muchas personas y seguramente de la misma manera: de principio a fin, que no es lo que ocurre cuando utilizo Facebook.
En Facebook no actúo sola, entro en un espacio público e interacciono con las personas y objetos que encuentro alrededor. Puedo actualizar mi estado, seguir los enlaces publicados por algunos amigos, involucrarme en una discusión, ver videos, consultar mi correo, escuchar música, entre otras cosas.
En una hora en línea he compartido noticias y opiniones con decenas de persona, y me gusta pensar que puedo aplicar estas experiencias a otras interacciones sociales de mi vida y reflexionar sobre: cuánto he conseguido aprender o comunicar; hasta qué punto he conectado emocionalmente con los demás; cuánto se han visto enriquecidos otros aspectos de mi vida.
Tal vez esta sea la razón de una tendencia a dotar de una mayor profundidad a los espacios públicos en el panorama digital, por personalizarlos y humanizarlos a toda costa y esto explica el afán por conseguir que los aspectos digitales de nuestra vida sean aún más complejos y caóticamente humanos.
Estamos viviendo la telenovela que estremece a la cúpula de la inteligencia estadounidense. Primero el director de la CIA David Petraeus renunció a su cargo al descubrirse que tiene una relación extramatrimonial, ahora quien está en capilla ardiente es John Allen máximo comandante en la OTAN. Y todo por lo que el Pentágono califica como “comunicación inapropiada” con una de las mujeres vinculadas al escándalo. Es decir un caso de lo que los expertos en las nuevas tecnologías denominan sextorsión (amenazas) y cyberbulling (acoso).
Desde hace varios meses se han publicado artículos acerca del “sexting”, que no es más que enviar mensajes, fotos o grabaciones eróticas o sexuales captadas por uno mismo a otra persona a través del teléfono celular o internet. Los expertos en las nuevas tecnologías advierten de los riesgos ya que es una práctica que se va popularizando cada vez más. Una vez enviado el material, el dueño pierde el control, y se abre la posibilidad de que se difunda de manera masiva.
Una investigación publicada en internet en septiembre por la American Academy of Pediatrics revela que un 15% de los adolescentes estadounidenses entre 12 y 18 años practica sexting. Sin embargo, no es una moda que se populariza solo en los jóvenes. Otro estudio publicado en mayo por la Universidad de Michigan, indica que un 42% de individuos entre los 18 y los 24 años intercambia material íntimo a través de internet. Esto, señalan los expertos en sexología, forma parte de las nuevas formas de la seducción y no tiene nada de malo hacerlo, pero hay que tener en cuenta que no existe seguridad de que el material se mantenga en la esfera íntima y una vez que sale de ésta, es incontrolable.
La mayoría de las personas que lo practican lo hacen con su pareja romántica. Sin embargo, muchas de las revelaciones de material erótico privado las difunden precisamente exparejas, según afirman los expertos. Generalmente, esta venganza por la ruptura se hace en redes sociales, pero también existen páginas especializadas para colgar este material. Al parecer, en algunas páginas web especializadas en el uso responsable de las nuevas tecnologías, han detectado que individuos procuran grabar a sus compañeros sentimentales para evitar el fin de la relación amenazando con la publicación. Este tipo de sextorsión no es único. También se practica el chantaje para conseguir más imágenes o favores sexuales.
La dificultad se debe a que aunque una imagen sea borrada en la Red puede acabar en cualquier servidor de otro país, además de la posibilidad de que existan copias en los dispositivos de millones de usuarios que hayan almacenado la información inicial. “Internet no olvida”, nos recuerdan los especialistas y recomiendan que los esfuerzos deben estar centrados en la “custodia” de las imágenes eróticas de uno mismo.
El primer consejo es simple: nunca enviar imágenes en las que la persona sea reconocible —“sin cara, sin tatuajes…”. También se recomienda poner claves de acceso a las fotos que se quieren proteger en un celular. No son pocos los casos de personas que han encontrado sus desnudos publicados en Internet después de haber perdido o sufrido un robo de su teléfono. Como ejemplo, les ocurrió a las actrices Scarlett Johansson y Miley Cyrus.
Los desarrolladores de aplicaciones para celulares han dado respuesta a esta necesidad de compartir sexo de manera segura. Existe un App para iPhone con el que se pueden compartir fotografías de desnudos, que se borran del aparato receptor en 10 segundos. Sin posibilidad de copia o reenvío. Otras aplicaciones permiten bloquear imágenes, que solo serán visibles si se conoce una clave.
Cualquier medida es poca para proteger la intimidad, en vista de que las personas que practican sexting no renuncian a hacerlo a pesar de los riesgos. Cada vez es más fácil encontrar páginas accesibles desde los dispositivos móviles en las que se pueden compartir fotografías sexuales para buscar amoríos. Pero el desnudo no es la única información privada que se puede utilizar en este modo de flirteo online. Algunas aplicaciones permiten decir cuándo se mantuvo la última relación sexual, dónde y cuánto duró. Normalmente, estos servicios solo son accesibles para mayores de edad, pero los menores utilizan otras vías a su alcance, como mensajes, whatsapp o redes sociales. En estas últimas existen grupos para compartir toda suerte de material erótico, desde fotografías de exnovios hasta el número de teléfono para sextear.
El sexo, online o presencial, no es nuevo. Pero las maneras de practicarlo evolucionan a la par que la sociedad. Las nuevas tecnologías cambian la conducta de las personas, desde el trabajo hasta la cama. Unas veces se utilizan bien y otras no tanto. Mejor, si se está prevenido.
Who am I kidding...pen cups. As in plural.
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